martes, 17 de agosto de 2010

NET ART Y POLÍTICA: EL ACTIVISMO POLÍTICO Y ARTÍSTICO II

DESOBEDIENCIA CIVIL ELECTRÓNICA

La desobediencia civil tradicional ha sido defendida y entendida, durante décadas, como un talante práctico suficientemente justificado, desde un enfoque moral, frente a situaciones de injusticia. Los promotores del movimiento de la Desobediencia Civil Electrónica, continuando la tradición de acción directa pacífica y de desobediencia civil, hacen una proposición de activismo que reúne los modos del movimiento tradicional y las aplica de forma experimental a la red.

Ésta, como forma de acción masiva directa, descentralizada, y electrónica, realiza bloqueos y sit-ins virtuales (sentadas virtuales que bloquean una Web). A diferencia de las prácticas tradicionales que se realizan en la calle, los colaboradores en acciones de desobediencia civil electrónica, pueden intervenir en estos bloqueos y sentadas virtuales desde sus casas, su trabajo o desde cualquier punto de entrada a la red. De esta manera se globaliza la resistencia al sistema usando las mismas armas que este. Se actúa desde lo global en lo local. En este sentido, se considera que el apropiarse de las armas del sistema es totalmente legítimo e incluso obligado, para golpear desde dentro.

El término Desobediencia Civil Electrónica, fue planteado por el Critical Art Ensamble. Aunque en un principio no era más que un pensamiento teórico, a partir de la matanza que se ocasionó en Chiapas, se originó un cambio hacia una postura más heterogénea, aplicando el término a la acción práctica, con una concepción de la arquitectura de la red como medio de comunicación y a la vez como espacio de acción directa. Apartándose cada vez más del modelo de esfera pública y acercándose a un territorio más antagonista, casi una zona de guerra.

Esta circunstancia despliega nuevas vías para la política en la red, principalmente para una política abierta a procedimientos de movimientos de acción social directa y extraparlamentaria. A comienzos de 1998, Carmin Karasic y Brett Stalbaum, componentes del Electronic Disturbance Theater, elaboraron un software llamado FloodNet, un applet de Java, que envía constantemente comandos de reload al servidor. Si un número suficiente de colaboradores participaba en la sentada virtual, apuntando simultáneamente el URL de FloodNet contra el sitio de un adversario, el website centro del ataque queda bloqueado, impidiendo el acceso a él de otros usuarios.

Este colectivo presentó el 9 de septiembre del 98, su proyecto SWARM en el Festival Ars Electronica, dedicado aquel año a la guerra de la información. Se procuró bloquear en un acto simbólico y paralelamente los websites del gobierno mejicano, el pentágono y la bolsa de Frankfurt, como demostración del soporte internacional a los zapatistas. Pero cuando el Pentágono se vio atacado con Java, contraatacó elaborando otra aplicación, llamada Hostile Applet, que anula el FloodNet y suspende el navegador de quien lo está utilizando. Entre el 9 y el 10 de septiembre, 20.000 personas de todo el mundo se conectaron al navegador FloodNet. Esta acción tuvo eco en muchos medios de comunicación, que pretenden dar una imagen de Internet como un espacio normalizado.

Según Stefan Wray, casi nunca se ha alcanzado el objetivo de bloquear con FloodNet un website, pero tal vez, el verdadero poder de este software se halle en la amenaza simulada que implica. Esta resistencia en la red ha resultado ser más simbólica que real, debido a las características del entorno en el que se desenvuelven. Las manifestaciones del Electronic Disturbance Theatre, reúne a hackers y artistas, que integran un movimiento más amplio que comenzó a surgir en el ciberespacio, el hacktivismo.

ACTIVIDAD HACKER POLITIZADA

Este tipo de activismo utiliza formas específicas para acceder y alterar los sitios de la red. En el 98, diversos colectivos hackers realizaron ofensivas al website del gobierno mejicano, insertando mensajes políticos. Ese mismo año, se creó un sitio dedicado al hacktivismo llamado “The Cult of The Dead Cow”.

Uno de los hechos más característicos de este movimiento, lo realizó un hacker británico llamado “JF”, que insertó imágenes y textos antinucleares en unos trescientos sitios de la red.
Una de las principales discrepancias entre la Desobediencia Civil Electrónica y la actividad hacker politizada, es que mientras los primeros no ocultan su nombre y actúan libremente y sin reservas, los segundos quieren mantenerse en el anonimato. Probablemente porque actúan de forma solitaria y no en grupos concretos como los de la desobediencia civil electrónica. Pero además puede deberse a que sus acciones están en el ámbito de la ilegalidad, al irrumpir en el ordenador de su adversario y agregar o cambiar su código html.

Este tipo de actividad muestra una organización diferente, no se trata de una estrategia de movilización, ni induce a la participación de masas, sino que se estaría hablando de una estrategia distinta por su carácter secreto, privado, poco difundido y anónimo.

El hacktivismo, tal y como se entiende hoy en día, parece más implicado en acciones claramente políticas. Su intromisión en otros ordenadores se ha vendido por los medios como terrorismo virtual, sin embargo, ellos lo ven como una acción legítima de protesta. Su fin no es eliminar información o robarla como se nos anuncia, algo verdaderamente inocuo para el sistema, sino tergiversarla, interrumpirla y manipularla que es lo que verdaderamente puede hacer más daño.

CRITICA AL HACkTIVISMO

El hacktivismo, pude explicarse como un fenómeno que alcanza un extenso margen de posibilidades, dentro de una especie de miscelánea entre acciones y palabras. En un extremo, solamente palabras y al otro, pura acción. Existe una posición crítica y de resistencia, ligada a esta última corriente turbulenta, que busca legitimar acciones, que van más allá de la palabra, y que desvelan un ámbito de internet como posible lugar de acción.

Habitualmente se arrojan críticas, tanto a nivel general como específico. A pesar de la cantidad de cuestiones en torno a asuntos estratégicos, tácticos y técnicas del hacktivismo, que actúan hoy por hoy, parece ser un área en tiempo de propagación más que reducción. En general, da la impresión que esta crítica y discusión es favorable y útil a la hora de refinar la práctica.

Se han arrojado críticas respecto a la efectividad y lo adecuado de estas ciber-protestas aunque algunas de estas prácticas han tenido una repercusión muy real, hasta el punto de que Etoy llegó a hacer cerrar una empresa por un litigio a causa de derechos sobre el nombre. Respecto a la efectividad, han aparecido tres clases de preguntas relacionadas entre sí, que la refutan a nivel político, estratégico y técnico. Parece que la hacktividad se ha tropezado y lo seguirá haciendo, con la discrepancia de muchos segmentos, aunque no parece tampoco que la discrepancia a las ideas y prácticas de hacktivismo se deban a muestras ideológicas concretas.

En cuanto a lo que es o no apropiado, aparecen diversas cuestiones éticas, que también se pueden considerar cuestiones políticas y, por supuesto, legales, cuyas preocupaciones rondan en torno a cuestiones de viabilidad y legalidad dado que la resistencia yace en una zona ambigua y sin fronteras. La efectividad política y la táctica están enérgicamente relacionadas. Al plantear si son efectivos estos procedimientos de activismo computerizado, la respuesta a esta cuestión es: depende de lo que consideremos efectividad. Si el objetivo que persigue el hacktivismo es llamar la atención sobre temas concretos llevando a cabo acciones fuera de lo común que causen la atención de los medios de comunicación, entonces se puede decir que el nivel de efectividad es alto aunque en descenso. Sin embargo, si la efectividad se mide en función de la capacidad de las acciones para catalizar y promover un pronunciamiento de sujetos que tenga una alcance más profundo, entonces posiblemente estas nuevas prácticas no sean efectivas. Esta distinción resulta por tanto, importante. Parece poco probable que el hacktivismo se convierta en un instrumento organizativo, y que su resultado final sea una reducción en el número de gentes complacientes. El hacktivismo más bien parece un medio para amplificar y suplementar esfuerzos de organización que ya existen, meter ruido y llamar la atención, aunque a veces, como expliqué anteriormente, los efectos pueden ser altos en el mundo físico real.

Desde el punto de vista técnico, El hacktivismo recoge criticas que indican motivos más ideológicos de lo que en un principio parece. Existe cierta predisposición a “cosificar” el ancho de banda, por lo que cualquier acción que la atasque o reduzca se cree negativa. Estas críticas técnicas están influidas por actitudes determinadas hacia la arquitectura de la red y suelen conllevar una mejora de los sistemas de seguridad y la imposición de leyes más restrictivas en el entorno virtual.
Se puede considerar lo apropiado o inapropiado de ciertas manifestaciones de hacktivismo de acuerdo con su perspectiva con respecto a al ley. Si bien es cierto que es factible ver la ilegalidad de algunas formas de hacktividad, como por ejemplo entrar en sistemas para dañar información, hay otras manifestaciones más confusas que se mueven cerca de la barrera que separa lo legal de lo ilegal. Unidos a esta confusión hay otros elementos que se inclinan a enturbiar la percepción de la viabilidad y la legalidad de ciertas infracciones cometidas por el hacktivismo.
En estos casos los elementos de jurisdicción son claves. El entorno del ciberespacio es extraterritorial. La gente puede proceder sin complicaciones más allá de las fronteras territoriales y políticas. El acatamiento de la ley todavía está unido a las superficies territoriales demarcadas. Por consiguiente, se producen antagonismos entre las nuevas destrezas de los agentes políticos y el viejo sistema del que la ley sigue acatando. Esta circunstancia ya está cambiando y las estructuras legales a nivel internacional se van adecuando al ciberespacio. Así este, deja de ser un espacio libre y global para ser acotado y “fronterizado” por todas las leyes que le vienen impuestas desde el mundo físico.
Del mismo modo es muy probable que el hacktivismo continúe un poco por delante de los esfuerzos por hacer cumplir la ley y es deseable que así sea, o que intervengan tantas personas en el movimiento, que hacer que la ley se cumpla continúe siendo una labor incierta.

miércoles, 11 de agosto de 2010

NET ART Y POLÍTICA: EL ACTIVISMO POLÍTICO Y ARTÍSTICO ( I )

INTRODUCCIÓN: LA DESOBEDIENCIA CIVIL ELECTRÓNICA

Los términos Desobediencia Civil Electrónica y Hacktivismo aparecieron en el año 1998. En octubre de ese año, el New York Times publicó un artículo en portada acerca del tema y desde entonces se han difundido numerosas noticias acerca de estos movimientos en diversos medios, normalmente más con un enfoque alarmista que otra cosa.

El término Desobediencia Civil Electrónica, fue establecido por el colectivo de artistas de varias especialidades, Critical Art Ensamble (http://www.critical-art.net/). Este grupo escribió en 1994 el libro “Electronic Disturbance”, y posteriormente otros como “Electronic Civil Disobedience”. En ellos, desarrollan sus ideas sobre cómo adecuar las experiencias de protesta al ámbito de la red. De acuerdo con el Critical Art Ensamble, el poder se ha trasladado de las calles a la red y por eso las protestas deben trasladarse también a este medio, utilizando los mismos métodos usados en la desobediencia civil tradicional, como las manifestaciones, ocupaciones de espacios públicos, y el boikot. En sus últimos trabajos manipulan semillas con compuestos no tóxicos (molecular invasión, 2002-04) y exploran los errores de la industria armamentística conjugando instalaciones, videos y performances (Marching Plague 2005-06).



Inicialmente los textos eran principalmente teóricos, pero en 1998 el colectivo Electronic Disturbance Theater (http://www.thing.net/~rdom/ecd/ecd.html) empezó a fomentar la idea de aplicar experiencias de Desobediencia Civil Electrónica en la red, dirigidas al gobierno mejicano. Para realizar esto invitó a artistas y activistas políticos a tomar parte en una acción simbólica en apoyo de los zapatistas. Para ello se creó el Floodnet, un software que envía constantemente ordenes de re-envío a los mails que se aplique. Aunque ciertos sectores vieron esto como un ataque anti-sistema, ellos lo defienden como una performance artística. Así logran saturar los servidores y los correos de sus víctimas.

Según Stefan Wray, acciones simbólicas como la desobediencia civil electrónica, y acciones más visibles como las de hacktivismo, pueden resumirse en la expresión “política de acción directa extraparlamentaria en la red”; definiendo “extraparlamentaria” como una política que está fundada en los principios del movimiento social. Wray propone una tipología que reúne los diversos activismos en la red: Activismo informatizado, Infoguerra de base, Desobediencia civil electrónica y actividad hacker politizada.

ACTIVISMO INFORMATIZADO

El arranque de esta modalidad de activismo se origina a mediados de los 80. El activismo informatizado, utiliza la arquitectura de Internet como medio de comunicación entre activistas que apoyan la comunicación, la discusión libre y el acceso gratuito y libre. Esta clase de activismo se sitúa entre los movimientos sociales y políticos, y la comunicación a través de ordenadores.

En 1986 surge una red llamada PeaceNet, que traspasando las fronteras internacionales puso es comunicación a activistas políticos. En esta época afloran y se incrementan redes de comunidades, sistemas de tablero electrónico BBS y listas de correo electrónico. Actualmente las comunicaciones a través del correo electrónico continúan siendo un significativo procedimiento de trabajo para que los colectivos diseminados por diferentes territorios se coordinen en la creación y permanencia de redes solidarias. Es, por ejemplo, la forma más común de comunicación en foros como Nettime (ya sin uso pero sus archivos se pueden visitar) y es usada para coordinar los movimientos anti-globalización. El patrón que sigue es el mailing- list y el tablón de anuncios donde cualquiera puede colgar sus noticias con posibilidad de añadir comentarios.

El activismo politizado, difiere de otros tipos de empleo de la red; éste la asume principalmente como un medio de comunicación entre diferentes organismos, asociaciones y particulares, y como un medio de difusión de actividades. Cualquier persona asume el rol de periodista en este sistema, produciéndose una horizontabilización del sujeto. Su actividad transcurre paralelamente a los grupos que aparecen a continuación, donde a demás de esta función de contra-información, también ven la red como un espacio de acción directa. El ejemplo más significativo de este medio de organización son los Blogs.

INFOGUERRA DE BASE

La discrepancia fundamental entre las expresiones de activismo informatizado y la infoguerra de base es el nivel de intensidad de su lucha. Además de la percepción de los colaboradores como una fuerza común. Esta expresión se refiere a una guerra verbal, de propaganda, siendo el primer paso para dejar atrás la idea de la red como meramente un medio de comunicación y pasar de la palabra al acto. La infoguerra de base, surge del deseo de estimular la acción y de la posibilidad de hacerlo a nivel planetario. El ejemplo más claro de este tipo de activismo es el de la infoguerra Zapatista.

A comienzos de los 90, se ideó una nueva tendencia militar, proclamando la guerra de la información y anunciando el infoterrorismo. Se plantearon teorías que argumentaran este punto de vista de la guerra de la información y bajo la bandera de RAND, Ronfeldt y Arquilla escribieron en 1993 el libro "Cyberwar is Coming!", donde se diferencia entre la guerra en la red y la ciberguerra; mientras que la primera, representa una guerra verbal y de propagada dentro de la red, la segunda se refiere a una guerra que depende de ordenadores y sistemas de comunicación. El concepto guerra de la información se ha expandido llegando incluso la esfera del arte electrónico, dedicando en septiembre de 1998 a este tema el festival de Ars Electronica.

El hecho más significativo de este tipo de activismo, lo encontramos en las redes de resistencia y solidaridad pro-Zapatista, favorecidas por partidarios de la comunidad internacional. Mediante el manejo de listas de correo, grupos de noticias, listas de debate y websites, se ha ido resolviendo esta lucha de palabras. Académicos, activistas y periodistas, convienen en alegar que, en gran medida los Zapatistas deben su supervivencia a esta “guerra de palabras”. El problema que tienen estos planteamientos es su uso por organizaciones contrarias en ideario político, como los neo-fascistas, que ya han aprendido estas nociones y las desarrollan de manera muy eficaz.